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La inspiración musical |
Introducción
La música, en general, tiene diversos aspectos y matices que pueden ser controlados, incluso desarrollados
de forma sistemática. Por ejemplo, todos sabemos que la técnica instrumental requiere un
método de trabajo, el cual, puede elaborarse de forma eficaz en base al conocimiento y
experiencia del profesor. Igualmente ocurre con la armonía, el contrapunto o cualquier otra asignatura musical.
Pero, la inspiración es otro asunto. Lo cierto es que esta luz interna no puede controlarse, aparece
cuando menos la esperas y, cuando realmente necesitas una idea musical... pues, en
muchas ocasiones, no pasa absolutamente nada.
En primer lugar hemos de diferenciar entre inspiración y composición. Ya hemos comentado hace un momento que la inspiración no es posible controlarla. La composición, en cambio, es un acto mental que nace principalmente del conocimiento. Por ejemplo, suponte que, en un momento de inspiración, tienes una gran idea musical. Lo primero que intentas hacer es cogerla al vuelo. Para ello, tanto puedes escribirla de forma escueta en un pentagrama como grabarla para su posterior audición y desarrollo. Pues bien, es precisamente ese desarrollo lo que normalmente se considera la composición propiamente dicha.
Claro que es posible componer sin que la inspiración aparezca en nuestra mente.
Muchos buenos profesionales de la música componen o arreglan sin estar inspirados. Lo hacen en base a
la experiencia acumulada y el conocimiento adquirido. Sus obras pueden sonar bien,
incluso muy bien, todo es perfecto... pero... lo cierto es que, en la mayoría de ocasiones, falta esa rara cualidad que
diferencia una composición de serie de una obra maestra única. Sí, es cierto, todo arte debe ser expresión de la inspiración.
La composición propiamente que vendrá a continuación, puede llegar a ser un acto casi automático, dirigido por el conocimiento
del artista.
En la composición automática que desarrolló Mozart se tiraban un par de dados. Del resultado
conseguido dependía la estrofa, el tono, la modalidad, ritmo, etc. Todo se seleccionaba, de
forma aleatoria, de unas tablas o listas de opciones disponibles. Después, se unía todo en
un pentagrama y "voilà" ya somos compositores al mejor estilo mozartiano. En la época de
Mozart componer de esta manera fue un pasatiempo bastante común de la gente culta amante
de la música pero que carecían de los conocimientos necesarios para crear una pieza musical.
La inspiración no puede controlarse, ya lo hemos dicho más arriba.
Pero, si no podemos dominar esa rara cualidad de nuestra mente, al menos podemos intentar buscarla en
nuestro interior.
Esto es lo que descubrí cuando, hace algún tiempo, nos reunimos algunos músicos junto con mi otro yo
Rogelio Andreu Rico para hacer música
sin predeterminación alguna. Es decir, improvisando de un modo totalmente "free". De esta manera,
sin mediar ninguna palabra sobre tonos, armonías, acordes, ritmos, etc. nos pusimos a tocar al estilo
más libre que uno pueda imaginarse. El único requisito impuesto fue intentar vaciar nuestras mentes
mediante el simple acto de estar atento escuchando a los demás en sus exposiciones musicales.
R.Andreu.
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