El jazz en general
Todos sabemos que en la música de jazz se improvisa aunque, de forma general, no toda la estructura
de una pieza de jazz se basa imprescindiblemente en la improvisación. Al respecto, existen una
gran variedad de estructuras musicales que pueden encuadrarse dentro del estilo en cuestión.
En líneas generales, puesto que aquí la variedad es abrumadora, en una pieza de jazz puede
existir un tema principal aunque, también, es posible encontrar contratemas o temas paralelos,
introducciones, interludios y codas, todo ello estructurado de mil maneras diferentes. Generalmente, del
tema nacerá la improvisación propiamente dicha, bien arropada por la secuencia rítmica escogida.
Encontramos, pues, tres zonas principales de trabajo: el tema con sus armonías, la improvisación
y el ritmo expresado coherentemente en el llamado compás.
Apresurémonos a decir que no todas las piezas de jazz tienen su gran apartado de improvisación,
ni todas las improvisaciones empiezan o acaban en un tema o contratema. En el primer caso,
encontramos composiciones que, en cuanto a las armonías, instrumentación, etc. las podemos
considerar jazz tal como, por ejemplo, las actuaciones de las grandes bandas y, aunque la
improvisación puede existir, evidentemente, ésta queda relegada a actuaciones concretas de
algunos solistas en determinados momentos de la actuación. En líneas generales, podemos decir
que la orquesta en su conjunto no improvisa, únicamente los solistas tienen la oportunidad de
hacerlo en determinados compases especificados de antemano.
En los trios o cuartetos de jazz propiamente dichos, la fórmula prácticamente es la misma
con la salvedad de que, en este caso, el tiempo de improvisación puede llegar a ser mucho mayor.
De hecho, el tema, armonías y demás sutilidades nos deberían sirven para construir una especie
de sólido armazón donde, finalmente, la improvisación, dentro de ciertos patrones,
aparecerá con fuerza.

Haz que te oigan, electrifica tu instrumento musical
El free jazz
En el free jazz la improvisación puede existir desde el principio al final. También, en
algunos casos, pueden añadirse pequeños temas y/o armonías cuyo cometido principal es infundir
coherencia a la obra que se va a ejecutar, además de establecer una especie de centro de
gravedad musical alrededor del cual girará toda la improvisación.
El free jazz se convierte, pues, en una puerta abierta a la expresión sin límites donde
la predeterminación es sustituida por la indeterminación. Una indeterminación fuertemente
condicionada por el ambiente que rodea al músico o músicos. De esta manera, el oyente
adquiere una importancia extraordinaria. Una importancia que no existe en otros tipos de
expresión musical alejadas del jazz en general, es decir, estilos musicales donde todo
ya está escrito siendo, por lo tanto, la indeterminación nula y el
oyente lo único que puede hacer es escuchar pero sin llegar a influir musicalmente sobre un
músico receptivo.
Cuando hablamos de free jazz el neófito puede pensar que este tipo de música es
la representación sonora del descontrol total. Aunque, en ocasiones, este descontrol
puede aparecer a consecuencia de la falta de recursos musicales, inexperiencia de los
músicos o, incluso, por deseo expreso de éstos en respuesta a determinadas actitudes o ideas,
el free jazz lo que intenta, tal como he dicho en otras ocasiones es, por una parte,
la destrucción del orden establecido, musicalmente hablando, claro está, aunque también
es cierto que, de alguna manera, esta música puede nacer como una protesta enérgica en
respuesta a determinadas actitudes sociales, incluso políticas.
Por otra parte, también es importante en estas músicas la comunión entre músicos y, por
supuesto, entre músicos y público. Y, cuando hablo de comunión me refiero a esa, digamos,
unión mental o espiritual que puede aparecer entre ambas partes, todo lo cual, es muy
diferente al ambiente que se genera, por ejemplo, en una obra orquestal de corte clásico
donde, el oyente, lo único que puede hacer es escuchar la obra desde el principio al
final (lo cual, en ocasiones, no deja de ser un auténtico placer, todo hay que decirlo).
En este caso, los músicos actuarán como máquinas bien engrasadas con su "programa" activado
(la partitura) siendo el director el que intentará conducirlos como el buen pastor que
conduce a su rebaño con ayuda de sus perros.
El jazz en general se aparta totalmente de este esquema preestablecido, más bien tiene
similitudes con los ragas de la música clásica del Norte de la India, tal como más adelante veremos,
porque en ambos casos, el oyente puede influir, de forma sutil, sobre la secuencia de
los acontecimientos musicales que se suceden en el escenario. Todo ello, expresado en las
fuertes dosis de improvisación existentes.
En el free jazz un pequeño número de músicos que jamás han tocado juntos pueden subir
al escenario para desarrollar una idea ¿Es posible hacerlo? Claro que es posible utilizando,
además, infinitos modelos, todos diferentes en uno o varios aspectos.
Por ejemplo, para empezar la sesión, alguno de los músicos presentes podría tomar la iniciativa
exponiendo un corto tema (improvisado o no) en determinada tonalidad y modo. A partir de este
momento, la percusión, intentará (o no) implantar un ritmo, el que sea y, finalmente, se
desarrollará la obra "free" propiamente dicha. Este esquema puede transformarse, invertirse,
ampliarse o reducirse de forma improvisada. Por ejemplo, la tonalidad puede destruirse
trabajando únicamente con una de las dos escalas atonales básicas existentes. También podemos
escoger una tonalidad fija y experimentar con uno o varios modos. Es decir, las posibilidades
son prácticamente infinitas.
Damos por supuesto que la educación y las buenas formas se han de aplicar aquí más que en ningún
otro tipo de música. Quizá sea ésta la única regla a seguir. Por ejemplo: si un músico empieza
a tocar, los demás, a excepción de la sección rítmica naturalmente, podrían callar y escuchar,
o también, complementar la exposición pero en un plano muy secundario realizando simples
florituras. Esta claro que, también, puede realizarse una exposición a duo o trio, etc.
al mismo nivel de intensidad para conseguir determinados efectos. Lo importante es que el
músico, aparte de tocar su instrumento, desarrolle al máximo su capacidad de estar atento
a lo que hacen los demás músicos.
Si destruimos, también, estas mínimas reglas de cortesía, la obra "free" pasaría a convertirse
en una expresión del caos y todos sabemos que estas dos palabras expresan cosas distintas.
Bien. Sigamos. Si ninguno de los músicos presentes, cuando les llegue el turno de tocar, efectuan cambios de
tonalidad, la obra tendera a convertirse en una interpretación del tipo modal. Esto ocurrirá,
claro, hasta que alguno de ellos decida cambiar la situación realizando algún cambio
en este sentido, es decir, la producción de un salto a la tonalidad relativa, a la subdominante,
dominante o, incluso, utilizando cualquier nueva escala tonal sin relación alguna con la
anterior. Dicho cambio deberá ser respetado durante algunos compases como deferencia de los
demás músicos hacia el compañero que ha provocado el cambio.
En algunas ocasiones, para buscar la coherencia musical, la obra se centrará en un tema concreto
estudiado anteriormente o se utilizará una secuencia armónica determinada o un ritmo predefinido.
Todo ello depende de la habilidad de los músicos, no solamente para improvisar sino, también,
para adaptarse rápidamente a los cambios producidos por sus compañeros.
Lo cierto es que este tipo de música no tiene reglas ni debe tenerlas y, por supuesto, las indicaciones
anteriores no pueden tomarse como un dogma sino más bien como una de las infinitas alternativas
que ofrece el free jazz.
Los ragas del Norte de la India
La similitud del jazz con los ragas de la música clásica del Norte de la India o música indostánica
aunque no evidente, es muy cierta (hablamos de esencia, no de forma). En la India es común que dos, tres o cuatro músicos
se pongan a hacer música sin haber tocado juntos anteriormente. Incluso, aunque acaben de conocerse
y no hayan mediado palabra alguna, el resultado puede llegar a ser muy bueno.
La técnica que utilizan es, en principio, simple.
En primer lugar, hemos de saber que la música clásica en la India es del tipo modal, es decir,
no existe lo que nosotros, en Occidente, conocemos como modulación. La tonalidad acostumbra a ser
invariable, hasta el punto que un músico puede tocar, en toda su vida musical, en una única tonalidad.
La tonalidad es vista, pues, como una condición física impuesta por el instrumento utilizado.
Un sarod, sitar o sur-bahar están diseñados para dar el máximo rendimiento en determinada
tonalidad. De ahí que muchos de estos intrumentos contengan calabazas secas que actuan como
resonadores y, como el factor Q es alto o, lo que es lo mismo, el amortiguamiento acústico es
bajo, el resonador da una respuesta en una estrecha banda de frecuencias, justamente donde
se encuentra el tono escogido para el instrumento, es decir, la tónica.
Por lo tanto, el músico que va actuar con otros colegas lo primero que hará es ponerse de acuerdo
en la tonalidad escogiendo o afinando convenientemente los instrumentos, si ello es posible.
Tal como hemos dicho, lo verdaderamente importante en esta música es la modalidad. En el Norte
de la India todos las composiciones conocidas con el nombre de raga están basadas en diez modos
básicos. En el Sur, es decir en la música Carnática, se mantiene el nombre de raga siendo los
modos utilizados setenta y dos. El primer paso de un músico profesional en ese país es, pues,
llegar a conocer estos modos.
Sabemos que cada modo o escala modal es la cuna de muchos ragas, por lo tanto si dos, tres o
cuatro músicos deciden ponerse a tocar, deberán conocer el Raga que deseen interpretar o, en su
defecto, el modo que le sirve de base.
En el primer caso, al conocer en profundidad las inflexiones y giros melódicos del raga, les
será muy fàcil entrar en materia. En el segundo caso, el desconocimiento de un raga
no es motivo para no tocar si se conoce, al menos, el modo o modos que lo originó, siempre y cuando
el músico sepa escuchar todo lo que están haciendo los otros músicos con dicho modo o modos.
(Algo muy parecido ocurre en el jazz)
En general, la improvisación en la música clásica de la India es elevada, sobretodo en los
ragas del norte o Música Indostánica donde la improvisación llega a alcanzar cotas altísimas.
En muchos ragas es común la siguiente secuencia:
tema-improvisación-tema-improvisación-tema-improvisación-tema...
El tema es, en líneas generales, muy corto y la improvisación muy extensa, formándose una rueda
musical casi hipnótica.
Tal como ocurre en Occidente, la tala, es decir, el ritmo, es el que conducirá de forma correcta,
los oportunos cambios entre tema e improvisación. De esta manera, podemos equiparar esta música
al jazz donde, también, la improvisación es fundamental. Podríamos decir que,
en este contexto, el ideal sería llegar a conseguir una pieza musical de alta calidad totalmente
improvisada, pero como esta meta es difícil de alcanzar, se utilizan temas referenciales que nos
ayuden a ir por el buen camino musical, sin perdernos por los senderos del Cap de Creus.
R. Andreu
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